“Colecciones públicas argentinas”: La retrospectiva de Lucio Fontana
Del 28 Abril al 30 de Julio El Bellas Artes expone la muestra “Colecciones públicas argentinas” que reúne dieciocho obras del artista ítaloargentino Lucio Fontana en un recorrido desde sus esculturas tempranas figurativas, hasta sus experimentaciones en torno a los denominados “Conceptos espaciales”, con los que proponía una expansión de la bidimensionalidad de la pintura. Además, se exhibe por primera vez en el Museo uno de los pocos ejemplares originales del Manifiesto Blanco (1946), el primero de una serie de escritos que Fontana publicó a lo largo de su trayectoria para sustentar gran parte de su producción, es la pieza clave donde el artista dio un giro a las poéticas, las vanguardias y al arte contemporáneo.
Curada por Andrés Duprat, director del museo, y Fernando Farina, la exposición cuenta con el apoyo de la Sociedad Italia Argentina, la Embajada de Italia en Argentina, el Instituto Italiano de Cultura, y la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes. Y las obras son pertenecientes al acervo de los museos Provincial de Bellas Artes “Emilio Caraffa”, de Córdoba; Municipal de Bellas Artes “Genaro Pérez”, de Córdoba; Castagnino+macro, de Rosario; Provincial de Bellas Artes “Rosa Galisteo de Rodríguez”, de Santa Fe; de Artes Plásticas “Eduardo Sívori”, de Buenos Aires; Provincial de Bellas Artes “Emilio Pettoruti”, de La Plata; del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, de la Fundación Federico Jorge Klemm-Academia Nacional de Bellas Artes; de la Fundación Espigas-Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), y del propio Museo Nacional de Bellas Artes.
El recorrido artístico deja en evidencia su relación entre Italia y la Argentina, y se orienta para reflexionar sobre la identidad del arte nacional y la influencia de la cultura europea. “Esta exhibición también tiene un significado muy importante para todos los argentinos, porque da cuenta de la presencia de este artista en las colecciones públicas de nuestro país: todas las obras pertenecen a distintos acervos públicos, desde las esculturas de producción temprana, hasta los conceptos espaciales y agujeros”, sostuvo Duprat.
El escultor y pintor argentino (1899-1968), nacido en Rosario, provincia de Santa Fe, a los seis años de edad se traslada junto a su familia a Milán, donde cursa estudios técnicos. En 1922 regresa a la Argentina y trabaja en el taller de su padre, dedicado especialmente a la escultura funeraria. Hacia fines de la década, vuelve a Italia donde es alumno de Adolfo Wildt en la Academia de Brera.
Durante la Segunda Guerra Mundial se radica en Buenos Aires, realiza el monumento El Sembrador, para la ciudad de Rosario y colabora como escultor en el proyecto para el Monumento Nacional a la Bandera y para el Monumento al General San Martín a emplazarse en Quilmes, Provincia de Buenos Aires. Durante su estancia en la Argentina realiza exposiciones en la Galería Müller, en Impulso, en el Museo Municipal de Santa Fe, participa en muestras colectivas y salones. Se desempeña como docente en la Escuela de Artes Plásticas de Rosario, en las Escuelas de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y Manuel Belgrano y en la Escuela Libre de Artes Plásticas Altamira, institución que organiza junto a Emilio Pettoruti, Jorge Romero Brest y Jorge Larco.
Si bien su producción argentina hasta 1946 muestra un marcado acento figurativo, junto a sus jóvenes alumnos trabaja sobre nuevas ideas, de las que, entre octubre y noviembre de ese año, surge el Manifiesto Blanco, redactado por Bernardo Arias, Horacio Cazenueve y Marcos Fridman y suscripto por un grupo mayor de compañeros. Posiblemente por su vínculo con la institución oficial, Fontana no firma este escrito, que aboga por la “superación de la pintura y la escultura para acceder a un nuevo arte de materia, color, sonido y movimiento”.
La muestra con obras como “Concepto espacial Espera”, “+1-AS” y “El jardinero está arreglando el Jardín” (59 T 140), ca. 1959 –perteneciente al patrimonio del Bellas Artes–, Fontana sintetiza gran parte del trabajo del artista, al igual que con las propuestas conceptuales de sus escritos. Según los expertos, el autor no continúa el camino de sus contemporáneos que exploraron la superficie de la tela como espacio discursivo, sino que ataca la estructura misma de la retícula como sostén de la imagen, porque el simple gesto del tajo abrió esa trama hacia otra espacialidad. A partir de ese corte, propuso una expansión de la bidimensionalidad de la pintura; y la pintura como soporte de la representación cambió para siempre.
El cocurador Fernando Farina explicó: “Quisimos tener, además, un registro de las obras que estaban en colecciones y espacios públicos. Porque, a veces, sin saber, pasamos por la Plaza de Concordia o recorremos las calles de Resistencia, y nos encontramos con esculturas de Lucio Fontana. Por eso, nos pareció muy importante tratar de hacer más visible un artista que, por diversos motivos, los argentinos no nos lo terminamos de apropiar”. Y agregó: “Siento que es el artista argentino más reconocido en el mundo; hoy tiene una presencia indudable y una contemporaneidad admirable: esta muestra es absolutamente diversa y reúne obras de distintos años de su carrera, siempre en vínculo con la Argentina, más allá de su estadía en Italia”.
Según opina Andrés Duprat “el caso de Lucio Fontana cuestiona la dirección del vínculo entre ambos países, distinto a otros artistas, lo vuelve una zona de pasaje, una deriva de ida y vuelta. Pues sus viajes y su posterior radicación en Italia significaron la universalización de una vanguardia que, si bien reconocía su inspiración europea, se había constituido en la Argentina. La pieza que invade como un parteaguas es, sin duda, el Manifiesto Blanco, la cual se exhibe. Contraría la tradición de las vanguardias en lo que hace a la pretensión de autonomía de las artes, en tanto interpela a la ciencia, que, aduce, produce un cambio en la naturaleza humana; su rol habría de permitir un arte acorde a los nuevos tiempos. La marcha hacia el movimiento y el espacio, sujetos a una nueva temporalidad, sostiene el texto, requiere descartar el lastre del arte tal como surgió del Renacimiento, del cual, incluso las vanguardias previas que lo impugnan, permanecen cautivas. Ha de haber un corte. Un tajo. Acción, movimiento, tiempo serán los ejes del nuevo arte. No obstante, en un novedoso giro conceptual, el autor postula que no es el racionalismo contemporáneo –padre de la ciencia, a la que le reclama nuevas bases materiales para el despliegue artístico–, sino el retorno al gesto del hombre primitivo, al subconsciente, el que ha de abrir otro campo de experimentación del que saldrá la obra de arte nueva, integral, que resuelva la escisión entre naturaleza y cultura promovida por la Modernidad. Allí radica una de las claves de la futura poética que Fontana desplegará en Italia a través de sus múltiples registros artísticos.
Museo Nacional de Bellas Artes. Av. del Libertador 1473, Ciudad de Buenos Aires.
Horarios:
Martes 11:00 a 20:00 | Miércoles 11:00 a 20:00 | Jueves 11:00 a 20:00 | Viernes 11:00 a 20:00 | Sábado 10:00 a 20:00 | Domingo 10:00 a 20:00